
En Abu Dabi, Riad y Doha la tendencia es clara: los fondos quieren activos tecnológicos estratégicos, estables y con impacto global y Argentina, pese a su volatilidad histórica, reúne una serie de atributos que encajan con ese apetito inversor.
Mubadala (Emiratos Árabes), ADIA, el Public Investment Fund saudí (PIF) y el Qatar Investment Authority (QIA) están protagonizando un cambio profundo. Tradicionalmente enfocados en energía, real estate y activos financieros globales, ahora despliegan miles de millones hacia Inteligencia Artificial y cómputo avanzado; data centers; energía limpia; minerales estratégicos; agtech y foodtech; espacio, smart cities y defensa tecnológica.
El Golfo quiere dejar de ser solamente exportador de petróleo para convertirse en un powerhouse global del conocimiento y la infraestructura del futuro y en esa búsqueda, la región mira con interés a América Latina, especialmente a países capaces de combinar recursos naturales, talento científico y costos competitivos.

El atractivo de Argentina para estos fondos no surge únicamente de su riqueza en litio y energía. La ecuación incluye tres elementos clave:
1. Recursos críticos
Litio, gas, potencial renovable, agua y territorios con condiciones óptimas para grandes infraestructuras de cómputo.
2. Capital humano con fuerte especialización tecnológica
Un ecosistema de programadores, científicos de datos y expertos en IA con reconocimiento internacional.
3. Nuevo esquema de incentivos
El RIGI promete estabilidad fiscal a 30 años, libre flujo de divisas y condiciones especiales para importación de equipos.

El memorándum entre OpenAI, Sur Energy y el gobierno argentino para explorar un mega data center puso a la Argentina en el mapa global del cómputo para IA. Para los fondos del Golfo, que invierten agresivamente en infraestructura similar, esto es un imán.
Los centros de datos de escala requieren muchísima energía limpia y barata, clima frío para reducir costos de refrigeración y estabilidad jurídica durante 20–30 años.
En ese esquema, regiones de la Patagonia y el interior se vuelven candidatos naturales. Para un Mubadala o un PIF, un data center conectado a renovables y un PPA es un “producto financiero ideal”.
La otra gran área de interés es el litio. Emiratos y Arabia Saudita buscan minerales críticos, pero también procesamiento, tecnología de extracción y materiales para baterías.
Argentina ya firmó memorandos con Emiratos. Proyectos tecnológicos vinculados al litio son clave para subir en la agenda de los fondos.

Los países del Golfo dependen de importaciones de alimentos, lo que los llevó a invertir en agricultura global y tecnología para mejorar productividad y logística.
En Argentina existe un ecosistema robusto en:
• plataformas de datos agronómicos,
• agricultura de precisión,
• insurtech y fintech agro,
• IoT aplicado al campo.
Un fondo árabe puede ver en Argentina un proveedor de inteligencia tecnológica para seguridad alimentaria. Suelen hacerlo vía fondos VC binacionales o joint ventures.
Los fondos del Golfo están comprando activos renovables en todo el mundo y Argentina tiene viento patagónico de clase mundial, capacidad solar y costos competitivos.
Los proyectos más atractivos combinan renovables + almacenamiento + contratos energéticos para data centers y potencial exportador de hidrógeno verde o amoníaco.

Space tech y smart cities: un nicho con ADN argentino
Emiratos y Arabia Saudita invierten fuerte en espacio y ciudades inteligentes. Argentina tiene credenciales como INVAP, CONAE y empresas satelitales, además de software geoespacial y plataformas urbanas.
Ciudades como Buenos Aires, Córdoba y Escobar funcionan como laboratorios naturales para pilotos de smart cities financiados por el Golfo.
Qué frena —y cómo se resuelve— la llegada del capital árabe
Los fondos valoran la oportunidad argentina, pero son cautos con tres variables:
• Riesgo macroeconómico,
• Seguridad jurídica,
• Capacidad de ejecución en infraestructura.
La manera de destrabar esos frenos suele incluir:
• vehículos offshore con arbitraje internacional,
• co-garantes multilaterales,
• contratos de largo plazo en dólares,
• project finance y marcos regulatorios como el RIGI.
La pregunta no es si los fondos árabes invertirán en tecnología y recursos críticos: ya lo están haciendo en todo el mundo.
La pregunta es si Argentina logrará empaquetar proyectos ejecutables, escalables y alineados con la lógica del Golfo: largo plazo, tecnología de frontera y seguridad jurídica.
Si esa ecuación se ordena, el desembarco árabe podría ser uno de los capítulos más relevantes del nuevo ciclo de inversión tecnológica en la Argentina.