
Nvidia, convertida en símbolo del auge de la IA, concentra casi el 80 % del mercado global de chips para entrenamiento de modelos de lenguaje y redes neuronales. Su capitalización bursátil superó los 3 billones de dólares, desplazando a Apple y Microsoft del podio.
SoftBank, que ingresó temprano al capital de Nvidia, decidió reducir su exposición. Según fuentes del conglomerado japonés, se trata de una “estrategia de diversificación” para fortalecer el brazo inversor en biotecnología y robótica. Pero el gesto fue interpretado por los analistas como un síntoma de madurez (o agotamiento) de la euforia por la IA.
El mercado reaccionó con cautela: las acciones tecnológicas retrocedieron, el Nasdaq ajustó posiciones, y se reactivaron comparaciones con la burbuja de las puntocom de 2000. La diferencia, advierten los expertos, es que esta vez hay ganancias reales y una demanda industrial sostenida por aplicaciones concretas —desde automatización de fábricas hasta diagnóstico médico—.

Implicancias para la región:
Mientras los gigantes financieros evalúan los límites del rally, América Latina observa desde otro punto del tablero. La dependencia del hardware importado, especialmente de chips de IA, deja a los países de la región en una posición vulnerable ante posibles restricciones comerciales o subas de precios.
La operación de SoftBank vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de estrategias regionales de infraestructura de cómputo y participación en consorcios internacionales de IA abierta.