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AGRO

Publicado 21/10/2025

Energía renovable en el campo: el agro argentino comienza a mirar hacia la autosuficiencia energética

El sector agropecuario argentino empieza a incorporar energías limpias para reducir costos, ganar independencia y prepararse para un futuro donde la sostenibilidad energética será tan importante como el rendimiento productivo.
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El sector agropecuario argentino empieza a incorporar energías limpias para reducir costos, ganar independencia y prepararse para un futuro donde la sostenibilidad energética será tan importante como el rendimiento productivo.

El campo y la nueva frontera energética

 

Durante décadas, el campo argentino dependió casi por completo de la red eléctrica tradicional o del uso de combustibles fósiles para sostener su actividad productiva.

Pero en los últimos años, y especialmente en 2025, empezó a consolidarse un cambio estructural: el acopio y la generación de energía renovable dentro de los propios establecimientos rurales.

 

Según Agrofy News, esta tendencia ya se observa en distintas regiones del país, impulsada por tres factores principales:

 

  1. El aumento del costo energético y la inestabilidad de la red eléctrica rural.

  2. Los incentivos a la adopción de energías renovables, tanto nacionales como provinciales.

  3. La llegada de tecnologías más accesibles y eficientes en generación y almacenamiento de energía solar y eólica.

 

 

Paneles, baterías y biomasa: la revolución silenciosa del agro

 

En distintos puntos de la Pampa Húmeda, la Patagonia y el norte argentino, comienzan a instalarse microplantas solares, aerogeneradores de baja potencia y sistemas híbridos de energía que abastecen establecimientos productivos y tambos.

La energía solar fotovoltaica es la más utilizada por su versatilidad: puede alimentar desde un sistema de riego o un galpón frigorífico hasta una planta de acopio de granos.

En zonas con viento constante, los aerogeneradores rurales complementan la generación. Y en provincias con fuerte presencia ganadera, la biomasa y el biogás comienzan a aprovechar los residuos orgánicos para producir electricidad y calor.

 

 

El desafío del almacenamiento

 

Uno de los puntos más críticos sigue siendo el almacenamiento eficiente de energía.

Las nuevas baterías de litio y los sistemas de gestión inteligentes permiten acumular energía solar o eólica y redistribuirla según la demanda, pero los costos iniciales todavía son altos.

Empresas tecnológicas locales y startups agroindustriales están trabajando en soluciones de bajo costo para almacenamiento modular, integrando sensores IoT y control por inteligencia artificial.

Esto permite no solo ahorrar energía, sino optimizar su uso en tiempo real, reduciendo el desperdicio y mejorando la eficiencia general de la producción.

 

 

Energía, datos y sustentabilidad: un triángulo estratégico

 

El nuevo agro argentino no solo produce alimentos: empieza a producir energía y datos.

Los sensores, medidores y sistemas conectados que gestionan riego, fertilización o temperatura ahora también monitorean el consumo energético.

Esta digitalización permite decisiones más precisas sobre cuándo generar, almacenar o usar energía, reduciendo el impacto ambiental y económico.

 

“El futuro del agro será energético y digital al mismo tiempo”, señalan desde el ecosistema AgTech local. 

 

 

Hacia un modelo agroenergético argentino

 

Aunque el proceso recién comienza, las perspectivas son alentadoras.

El potencial solar de regiones como San Juan, La Rioja y Catamarca, o el viento constante de la Patagonia, colocan a Argentina en una posición privilegiada para desarrollar un modelo agroenergético propio, que combine producción alimentaria y energía sustentable.

 

Para que eso ocurra, los especialistas destacan la necesidad de:

 

  • Facilitar el financiamiento y créditos verdes.

  • Actualizar los marcos regulatorios de generación distribuida.

  • Capacitar a técnicos y productores en manejo energético y digitalización.

 

La adopción de energías renovables en el agro argentino ya no es una promesa: es una realidad que crece de manera sostenida.

La transición energética del campo no solo reduce costos y emisiones, sino que también refuerza la independencia productiva y abre una nueva frontera de innovación tecnológica.

En un país con enormes recursos naturales y una fuerte tradición agrícola, convertir el campo en generador de energía limpia puede ser una de las revoluciones más silenciosas —y más decisivas— de la próxima década.