La afirmación llega en un momento en que la demanda por chips, infraestructura y modelos fundacionales alcanza niveles sin precedentes, y las grandes corporaciones compiten por liderar la próxima capa de la economía digital.
Huang argumenta que no se trata de euforia especulativa, sino de un cambio estructural en la infraestructura computacional global. Según él, la transición hacia sistemas basados en GPU, la expansión de la IA generativa y el avance de la IA “agente” —capaz de razonar, planificar y ejecutar tareas completas— están creando una demanda sostenida de cómputo que no se desinflará con el tiempo.
En esta visión, la IA no es una moda, sino la nueva columna vertebral del sistema productivo.

Sin embargo, el mercado no es unánime. La valuación de Nvidia supera cualquier antecedente en la industria, muchas startups levantan miles de millones sin modelos claros de negocio y parte de la adopción empresarial de IA todavía es experimental.
Analistas advierten que puede haber segmentos del ecosistema sobrevaluados, incluso si la tecnología en sí es sólida. En otras palabras: la IA no es una burbuja, pero podría haber burbujas dentro de la IA.

Para países como Argentina, la discusión no es abstracta. Si la tesis de Huang se confirma, la carrera por la infraestructura será decisiva: data centers de alto rendimiento, clusters de cómputo, digitalización científica y formación de talento especializado.
La economía global se encamina hacia un modelo impulsado por datos e IA, y quienes queden fuera de esa arquitectura verán limitada su competitividad.
La verdadera pregunta, entonces, no es si hay burbuja, sino quién controlará la próxima etapa del sistema económico mundial, dominado por la combinación de supercomputación, modelos fundacionales y automatización avanzada.