La carta de intención firmada entre OpenAI y Sur Energy promete una inversión de US$ 25.000 millones para construir un centro de datos en la Patagonia. Pero los costos globales de proyectos similares —que rara vez superan los US$ 5.000 millones— generan dudas sobre la magnitud real del anuncio, su viabilidad técnica y sus posibles implicancias políticas.
El anuncio de OpenAI sobre una posible inversión de US$ 25.000 millones en Argentina despertó entusiasmo, escepticismo y especulación a partes iguales. Según informó Reuters, la empresa de Sam Altman firmó junto con Sur Energy una carta de intención para desarrollar un data center de hasta 500 megavatios en la Patagonia, bajo el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI).
El proyecto, denominado Stargate Argentina, busca posicionar al país como un nodo estratégico en la infraestructura global de Inteligencia Artificial.
La cifra, sin embargo, es inédita para un centro de datos. Incluso en el contexto de las inversiones más grandes conocidas, un monto de US$ 25.000 millones resulta extraordinario. Los datos disponibles muestran que la mayoría de los data centers más grandes del mundo cuestan entre US$ 1.500 y 3.000 millones. El Utah Data Center en Estados Unidos —construido por la Agencia de Seguridad Nacional— costó cerca de US$ 1.5 mil millones, incluyendo equipamiento de alta seguridad. Según Data Center Magazine, otros complejos hipermasivos alcanzan los US$ 3.000 millones, con capacidades que rondan los 150 MW.
En la industria tecnológica, el costo promedio para construir un data center se estima entre US$ 7 y 12 millones por megavatio (MW) de capacidad, dependiendo de su complejidad y ubicación, según DgtlInfra. Incluso los proyectos “hyperscale” más eficientes pueden reducir ese costo a US$ 6 millones por MW, lo que significaría que un centro de 500 MW debería costar unos US$ 3.000 millones, no 25.000.
Por eso, la magnitud declarada por OpenAI y Sur Energy solo sería plausible si incluye mucho más que la infraestructura informática. Es probable que la cifra contemple plantas de generación eléctrica, redes de transmisión, obras complementarias, seguros, equipamiento futuro y ampliaciones a varias fases. Algunos analistas interpretan que el número podría reflejar una visión de largo plazo, con expansiones energéticas y tecnológicas integradas, antes que una inversión única y concentrada.
Aun así, los números contrastan con los referentes internacionales. Incluso los grandes campus de Google, Microsoft o Amazon —que agrupan múltiples edificios de cómputo y almacenamiento— no suelen superar los US$ 10.000 millones en una misma localización. Solo proyectos conceptuales, como el super data center de 5 GW que OpenAI presentó ante la Casa Blanca, contemplaban una inversión de US$ 100.000 millones, aunque en ese caso el plan abarcaba un consorcio global de infraestructura energética y computacional distribuida.
En este contexto, la cifra argentina parece más una proyección aspiracional que una inversión inmediata. El proyecto se inscribe en un contexto político y económico particular, donde los anuncios de capital extranjero de gran escala funcionan como señales de confianza e intención internacional. Desde el gobierno argentino, la noticia fue celebrada como un hito que podría convertir al país en “el nuevo polo de IA de América Latina”, una narrativa funcional tanto para el discurso de innovación como para el posicionamiento político del oficialismo.
Detrás de la magnitud del número podría haber también una estrategia comunicacional. Los anuncios multimillonarios generan titulares, atraen la atención de inversores y medios globales y proyectan una imagen de país tecnológicamente emergente. Sin embargo, el hecho de que la firma se haya limitado a una “carta de intención” —sin contrato vinculante ni fechas precisas— indica que aún faltan etapas clave: estudios de factibilidad, licencias, cronogramas de obra y financiamiento efectivo.
El posible vínculo con el Plan Nuclear argentino, que Siemens Energy también evalúa respaldar, refuerza la idea de que Stargate Argentina podría depender de fuentes de energía de base y baja emisión de carbono, indispensables para sostener un centro de datos de gran escala. Pero hasta el momento no se publicaron detalles técnicos concretos ni se especificó cómo se distribuiría la inversión entre infraestructura digital y energética.
En definitiva, el anuncio de US$ 25.000 millones representa tanto una apuesta de posicionamiento global como una prueba de credibilidad local. Es, a la vez, un símbolo de ambición y un desafío de ejecución. Si parte del monto corresponde a la construcción de infraestructura energética, líneas de transmisión y equipamiento de largo plazo, podría transformarse en un programa plurianual genuino de inversión tecnológica. Si no, corre el riesgo de quedar como una promesa política de alto impacto con baja probabilidad de concreción total.
Por ahora, la carta de intención entre OpenAI y Sur Energy marca un gesto relevante que coloca a la Argentina en el radar de la infraestructura de Inteligencia Artificial global. Pero el verdadero desafío será demostrar si, detrás del número, existe una estructura técnica, financiera y energética capaz de transformar el anuncio en un proyecto real, sustentable y verificable.