¿Qué dice el informe?
En su último Informe de Estabilidad Financiera (Financial Stability Report), el BoE alerta que las valoraciones bursátiles de las empresas tecnológicas vinculadas a IA están “materialmente estiradas”, en niveles comparables a los de la burbuja puntocom.
Estima que en los próximos cinco años se invertirán unos US$ 5 billones en infraestructura de IA, y aproximadamente la mitad de ese gasto será financiado externamente, principalmente a través de deuda.
Esa combinación —gigantesca inversión + financiamiento con deuda— genera alto riesgo, porque una eventual corrección en los precios de acciones vinculadas a IA podría propagarse a los mercados de crédito globales, generando insolvencias corporativas, defaults, tensiones en los préstamos vàlidos a empresas y hogares, y un posible golpe a la economía real.
El BoE también observó señales tempranas de estrés: aumentos en los swaps de incumplimiento crediticio (credit default swaps) de empresas muy apalancadas.

¿Por qué la IA se convirtió en foco de riesgo?
El entusiasmo por la IA —sus promesas disruptivas en productividad, automatización y creación de nuevos mercados— llevó a una carrera global por construir la infraestructura necesaria: centros de datos, clusters de GPUs, redes, almacenamiento masivo, energía y capacidad computacional.
Pero muchos de esos proyectos requieren inversiones enormes, y no todas las empresas pueden sostenerlas con flujo propio. Entonces el financiamiento externo aparece como opción, lo que incrementa el apalancamiento. Al depender de deuda, la viabilidad futura de esos proyectos queda atada a dos factores volátiles: 1) que la demanda de IA se mantenga elevada, y 2) que las valuaciones bursátiles se mantengan altas. Si alguno flaquea, el riesgo de impagos y quiebras se dispara.
El BoE advierte que esto puede replicarse a escala global, afectando no sólo al sector tecnológico, sino al sistema financiero en general.

¿Qué significa para países como Argentina y para Latinoamérica?
Para nuestro contexto regional, este alerta global tiene varios efectos relevantes:
Si se concreta una crisis de deuda vinculada a IA, podría retraerse la inversión internacional en tecnología, ralentizando proyectos de adopción de IA, infraestructura y desarrollo digital.
Empresas locales y gobiernos que planifiquen inversiones en IA podrían enfrentar mayores costos de financiamiento o dificultades para acceder a crédito internacional.
Si se da una corrida global, se tensionará el acceso a capital para innovación y desarrollo tecnológico, lo que afectaría la competitividad y la posibilidad de cerrar la brecha tecnológica.
A su vez, podría frenar proyectos vinculados a transformación digital, ciudades inteligentes, energía, big data, ciencia de datos y todo tipo de emprendimientos con IA, generando un “invierno tecnológico”.

La advertencia del Banco de Inglaterra marca un punto de inflexión. La era de crecimiento exponencial de la IA ya no depende únicamente del desarrollo tecnológico: también hay una apuesta financiera de proporciones históricas. Si esa apuesta fracasa, no será sólo un retroceso tecnológico: puede desencadenar una crisis financiera de gran escala.
Para Latinoamérica y Argentina, el mensaje debería obligar a una reflexión estratégica: apostar a la IA con realismo, no depender exclusivamente de capital externo, promover regulaciones financieras y planificar proyectos con sostenibilidad financiera.