El reciente acuerdo de paz entre Israel y varios países árabes no sólo tiene implicancias geopolíticas, sino que puede convertirse en un catalizador para una integración económica y tecnológica sin precedentes en Medio Oriente. En un contexto global donde la inteligencia artificial, la ciberseguridad y la energía limpia marcan el rumbo de la competitividad, Israel aporta su ecosistema innovador y los países árabes sus poderosos fondos de inversión soberanos.
Durante las últimas dos décadas, Israel consolidó su posición como el “Startup Nation”, con más de 6.000 empresas tecnológicas, un liderazgo global en ciberseguridad, agritech, salud digital y defensa tecnológica. Por su parte, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Qatar han desplegado fondos soberanos por más de 2 billones de dólares, orientando una parte creciente de ellos hacia la inversión tecnológica, tanto dentro como fuera de la región.
El nuevo marco de paz abre la posibilidad de alianzas cruzadas: startups israelíes podrían acceder a capital árabe a gran escala, mientras que los países del Golfo obtendrían acceso a conocimiento, innovación y transferencia tecnológica. “La complementariedad es evidente: Israel tiene el talento, los árabes tienen el capital”, resume un analista del Instituto de Estudios Estratégicos de Tel Aviv.
Los antecedentes son alentadores. Tras los Acuerdos de Abraham de 2020, Israel y Emiratos Árabes ya firmaron convenios en inteligencia artificial, fintech y energía solar. El fondo Mubadala invirtió en empresas israelíes de biotecnología y movilidad eléctrica, mientras que compañías israelíes comenzaron a abrir oficinas en Dubái para acceder a los mercados asiáticos. Este nuevo entendimiento podría ampliar ese modelo al conjunto de Medio Oriente, incluyendo a Arabia Saudita, Kuwait y Omán.
Los sectores con mayor potencial de sinergia son tecnología limpia, IA, agua, seguridad alimentaria y defensa digital, áreas donde Israel tiene expertise probado y los fondos árabes buscan diversificar sus economías post-petróleo. La creación de fondos conjuntos de innovación regional es una posibilidad concreta, que podría redefinir el mapa tecnológico del mundo árabe-israelí.
En un escenario global de tensiones tecnológicas entre potencias, esta cooperación ofrece un contrapeso basado en pragmatismo y desarrollo. Si el acuerdo logra sostenerse, Medio Oriente podría pasar de ser un foco de conflicto a un nuevo polo de innovación global, con impacto en la economía digital, la estabilidad regional y el flujo de inversiones internacionales.