Por FUNDUS*
Cuando la distribución se realiza en los propios EE.UU., implicará un aumento de precios de estos productos de al menos un 10%, aunque algunas fuentes hablan de hasta un 40%.
En el caso —muy frecuente— donde los productos diseñados en EE.UU., luego importados o ensamblados en ese mismo país, son finalmente reexportados a terceros mercados, los precios también subirán, limitando el volumen y la rentabilidad de las tech del país del norte.
Analizando los términos de intercambio para el sector tech, este aumento de tarifas implica una suerte de devaluación del dólar, con la consecuente pérdida de capacidad de compra del mercado interno. Pero al mantenerse la paridad nominal entre el USD y el resto de las divisas, a la hora de ser reexportados, estos productos tecnológicos tendrán un precio más alto, sin el beneficio de una moneda devaluada.
En síntesis, entendemos que el primer impacto de las medidas resultaría en un debilitamiento de los volúmenes de venta de las compañías tecnológicas, tanto en el mercado interno como en sus exportaciones. Esta caída será observable asimismo en los márgenes brutos.
Sin embargo, en un plazo mediano, con fuertes inversiones mediante, el sector tech de los EE.UU. podrá relocalizar algunas producciones, morigerar costos y, sin duda, elevar la oferta de empleo.
Aunque también presentará un fuerte desafío a sus capacidades, no solo de inversión, sino de colaboración intrasectorial y de desarrollo de infraestructura pública, especialmente educativa.
Muchas de esas partes o bienes de consumo que hoy se fabrican a gran escala en Oriente no pueden ser aventajadas por costo en EE.UU., por lo que deberán encontrarse otras zonas de eficiencia, tales como la calidad o la mejora vía investigación y desarrollo.
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