En Venezuela, la creación de la Asociación Venezolana de Agrotecnología (AVAT) marca un hito en la integración de tecnología al sector agrícola. AVAT agrupa a diez empresas especializadas, entre ellas Siagrica, Agroo, Grupo Intag, Biofarm, Aerohelicópteros, Agrodrones de Venezuela, Sakura, Drone Pixel, Agrocognitive y A4Agro. Estas firmas, con más de una década de experiencia, desarrollan plataformas tecnológicas adaptadas a necesidades locales, desde monitoreo satelital hasta automatización de procesos agrícolas.
La iniciativa cuenta con el respaldo de organismos internacionales como la FAO, la ONUDI y el IICA, y el apoyo de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro). El objetivo es aumentar la productividad del campo en un 20% y reducir costos hasta un 30% mediante tecnología.
Las empresas vinculadas al campo están apostando por diversas innovaciones tecnológicas:
Agricultura de precisión: Uso de sensores, drones y mapeo geoespacial para monitorear humedad, nutrientes y temperatura, optimizando recursos.
Internet de las Cosas (IoT): Sensores conectados permiten control remoto y automatización de riego, fertilización y maquinaria.
Drones y monitoreo aéreo: Imágenes multiespectrales para detectar plagas y enfermedades antes de que sean visibles.
Big Data e Inteligencia Artificial: Análisis predictivo para anticipar rendimientos, problemas climáticos o de mercado.
Agricultura vertical e hidroponía: Técnicas que permiten cultivar sin suelo en espacios reducidos, ideales para zonas urbanas.
En Perú, una cooperativa cafetalera implementó sensores conectados a la nube, reduciendo el uso de agua en un 25% y aumentando la productividad en un 30%.
En Chile, una empresa pesquera usa monitoreo satelital y sensores submarinos para rastrear embarcaciones y mejorar su eficiencia un 40%.
En Venezuela, pequeños y medianos productores acceden a tecnologías antes exclusivas mediante suscripciones accesibles, democratizando el acceso y potenciando la productividad local.
El avance tecnológico no reemplaza el conocimiento ancestral, sino que lo potencia. La clave está en formar nuevos profesionales, fomentar colaboraciones público-privadas y desarrollar políticas inclusivas para el agro.
El futuro apunta a una agricultura inteligente, sostenible y exportadora, donde la tecnología será clave frente al cambio climático, la escasez de recursos y la demanda alimentaria mundial.
“No se trata de digitalizar al 100% toda la finca, sino de demostrarle al productor que con tecnología puede ser más eficiente, llevar sus costos al día y estar preparado para exportar”, afirma José Augusto Linárez, presidente de AVAT.
En síntesis, las empresas del agro están liderando una transformación tecnológica que redefine la producción, con impactos positivos en eficiencia, sostenibilidad y competitividad internacional.