Spotify vuelve a estar en el centro de la polémica. Esta vez, no se trata de sus pagos mínimos por reproducción, sino de una cuestión mucho más profunda: su implicación con la industria militar. Artistas de todo el mundo están comenzando a retirar su música de la plataforma luego de que se conociera que Daniel Ek, CEO de Spotify, invirtió más de 600 millones de euros en Helsing, una startup europea que desarrolla tecnología militar basada en inteligencia artificial.
La empresa Helsing se especializa en software para drones de combate, análisis de sensores en tiempo real y decisiones automatizadas en conflictos bélicos. Ek, a través de su firma de inversión Prima Materia, no sólo apostó fuerte por esta tecnología, sino que aseguró que lo hizo porque “es lo correcto para Europa”.
El rechazo no tardó en llegar. El primer grupo en anunciar su salida de la plataforma fue Deerhoof, banda indie de San Francisco, que explicó su decisión con contundencia: “No queremos que nuestra música mate gente. No queremos que nuestro éxito esté ligado a la tecnología de combate de la IA.”
El sello discográfico Kalahari Oyster Cult, con base en Ámsterdam, también se sumó al boicot, retirando todo su catálogo el 1 de julio. A través de un comunicado, expresaron que: “Nuestra música no puede ser utilizada para financiar herramientas de guerra, vigilancia y violencia.”
Desde América Latina, el impacto también se hizo sentir. Rubén Albarrán, líder de Café Tacvba, usó sus redes sociales para convocar a un boicot masivo contra Spotify, denunciando que el dinero generado por las reproducciones de los artistas podría estar financiando armamento utilizado en conflictos actuales. “Como músicos tenemos que ponernos del lado correcto de la historia. No más música financiando la guerra”, señaló el artista mexicano quien ya está en contacto con otros músicos para expandir esta iniciativa.
Mientras la compañía guarda silencio oficial, el conflicto sigue creciendo. Si bien hasta ahora son principalmente artistas independientes quienes han retirado su música, el caso podría escalar si figuras de peso internacional se suman al reclamo.
El escándalo pone en jaque no solo a Spotify, sino a toda una industria tecnológica donde las fronteras entre lo comercial, lo militar y lo cultural son cada vez más difusas.