La Inteligencia Artificial (IA) es presentada como la herramienta capaz de revolucionar la salud, la educación y la productividad mundial. Sin embargo, un reciente análisis de El País advierte que esta narrativa optimista oculta un problema estructural: el control de la IA está concentrado en un puñado de gigantes tecnológicos.
Según el informe, empresas como OpenAI, Google DeepMind, Microsoft, Meta y Anthropic poseen una ventaja inalcanzable para la mayoría de países y actores más pequeños. Esto no solo implica una asimetría en el acceso a la tecnología, sino también la posibilidad de que esas corporaciones definan qué problemas resolver y qué prioridades atender, condicionando indirectamente las políticas públicas y el rumbo de la economía global.
Los especialistas señalan que este escenario podría derivar en una “oligarquía tecnológica”, en la que unos pocos conglomerados privados acumulen un poder semejante —o incluso mayor— que el de los Estados nacionales. La pregunta central ya no es solo si la IA será beneficiosa, sino para quién lo será y bajo qué condiciones.
Otro punto clave del debate es la ausencia de marcos regulatorios internacionales sólidos. Mientras los países discuten cómo aplicar controles éticos, el desarrollo avanza a una velocidad que supera la capacidad de los gobiernos para legislar. Esto genera un vacío que favorece a las corporaciones, al tiempo que deja desprotegidos a millones de usuarios y a sectores vulnerables.
El informe también alerta que la falta de acceso equitativo a la IA puede profundizar las desigualdades sociales y económicas. Mientras los países ricos y las grandes empresas tendrán herramientas para aumentar su productividad, las regiones con menos recursos podrían quedar relegadas, ampliando aún más la brecha tecnológica y económica.
En definitiva, la discusión sobre la IA no es solo técnica o científica, sino profundamente política y ética: ¿quién controla los algoritmos? ¿Con qué transparencia se entrenan los modelos? ¿Qué intereses económicos se esconden detrás de las aplicaciones más populares?
La promesa de un futuro impulsado por inteligencia artificial está sobre la mesa, pero también lo está el riesgo de que el poder digital quede concentrado en pocas manos, con consecuencias que podrían ser tan profundas como las revoluciones industriales del pasado.