Aunque la autorización no es total porque excluye a las generaciones más avanzadas de Nvidia, como los chips Blackwell y los futuros Rubin, sí abre un canal comercial que estaba prácticamente cerrado desde 2022. Eso implica oxígeno para la principal empresa global de hardware de IA y, también, un cambio de señal hacia la industria tecnológica estadounidense.

El mecanismo aprobado establece que las ventas hacia “clientes autorizados” en China estarán sujetas a una comisión del 25% sobre los ingresos, que quedará en manos del gobierno estadounidense. No es una liberalización completa, es una exportación regulada, monitoreada y capturada económicamente por el Tesoro.
Trump justificó el giro asegurando que la medida “crea empleo, fortalece a la industria tech nacional y genera ingresos directos para los estadounidenses”.

La noticia también resonó en AMD, que hace apenas unos días aceptó pagar un 15% de sus ventas en China para recuperar licencias de exportación y volver a competir en ese mercado.
El caso de AMD fue leído como un ensayo general de lo que finalmente terminó consolidándose ahora con Nvidia: un nuevo esquema de exportaciones condicionadas, donde las empresas pueden vender pero bajo supervisión estatal y con transferencias directas de ingresos a Washington. La Casa Blanca anticipó que la fórmula se aplicará a Intel y otras firmas del sector.

Tres factores explican el momento elegido:
Detrás del anuncio hay un delicado equilibrio entre economía, geopolítica y presiones de la industria tecnológica. Trump necesitaba tomar una decisión en un mercado donde China sigue desarrollando IA a gran ritmo y donde los fabricantes estadounidenses estaban perdiendo participación por la rigidez regulatoria.
Presión del sector tech
Nvidia y AMD venían reclamando una actualización de las reglas. El mercado chino es uno de los mayores compradores globales de hardware para IA, y quedar afuera afectaba ingresos, competitividad y capacidad de expansión.
Realismo geopolítico
Washington reconoce que China no frenará su avance en IA por la vía de restricciones. El gobierno prefiere entonces mantener control sobre qué se exporta, bajo qué condiciones y a quiénes, antes que dejar ese mercado en manos de proveedores locales chinos o triangulaciones por terceros.
Beneficio económico interno
Con la industria de la IA en auge, el gobierno busca capitalizar la ola: ingresos fiscales, inversión en nuevas plantas y más empleo especializado. La flexibilización parcial aparece como un modo de dinamizar al sector sin ceder totalmente en seguridad nacional.

Para China, el anuncio permite volver a acceder a chips clave, aunque no a los más poderosos del mercado.
Para Estados Unidos, representa un giro táctico: regula, supervisa y captura parte del negocio, en lugar de mantener un bloqueo que ya no frenaba el desarrollo chino. Para Nvidia y AMD, es la reapertura del segundo mercado más importante del mundo.
La industria tech lo ve como una señal de que la disputa no se resolverá solo mediante prohibiciones, sino mediante acuerdos selectivos, restricciones técnicas y negociaciones bilaterales.
El movimiento de Trump no implica un acercamiento tecnológico entre Estados Unidos y China, sino una reconfiguración pragmática de la estrategia estadounidense. Es un reconocimiento de que la industria tech opera en un escenario donde interdependencia económica y rivalidad estratégica conviven.