En una entrevista con Bloomberg, sostuvo que “se podría argumentar que es injusto para el gran minorista que declara y paga impuestos”, aludiendo al impacto competitivo de los productos importados sin tributación local.

También afirmó: “No nos corresponde a nosotros presionar a los gobiernos para lograrlo”, aunque el propio medio resaltó que evitó confirmar si mantiene conversaciones con Javier Milei u otros líderes para endurecer las reglas de importación desde China.

La contracara es evidente: Mercado Libre tiene su propia sección de “Compras Internacionales”, donde promociona artículos chinos con la misma lógica de precios bajos que critica en Temu y Shein.
Desde esa pestaña —identificada con banderas de China y EE.UU.— la plataforma ofrece pijamas, zapatillas, bermudas y mochilas por entre 20.000 y 30.000 pesos, valores similares a los de las apps asiáticas.

El resultado es una contradicción difícil de pasar por alto: mientras Galperin y su CEO cuestionan el modelo chino, Mercado Libre comercializa los mismos productos bajo el mismo esquema de importación directa y sin intermediarios locales.
La situación expone un doble estándar incómodo: cuando Temu y Shein aprovechan vacíos regulatorios se los acusa de competencia desleal, pero cuando Mercado Libre hace exactamente lo mismo, se presenta como una simple “oportunidad para el consumidor”.

En la práctica, la empresa líder del comercio electrónico en Argentina exige reglas más estrictas para sus competidores, mientras se beneficia del mismo sistema que dice querer ordenar. El discurso público queda así desalineado de las acciones concretas, algo especialmente sensible en un mercado donde cada cambio de normas afecta a millones de pequeños vendedores locales.