Desde el histórico Minuteman III hasta el Trident II D5 y el Tomahawk, el poder de fuego estadounidense es un pilar de su estrategia militar global.
En el corazón de la tríada nuclear terrestre se encuentra el LGM-30G Minuteman III, un misil balístico intercontinental (ICBM) con más de 50 años en servicio, alcance superior a 13.000 kilómetros y capacidad de portar múltiples ojivas nucleares. Su sucesor, el LGM-35A Sentinel, está en desarrollo para entrar en servicio en la próxima década con mayor precisión y resiliencia.
En el ámbito marítimo, el UGM-133A Trident II D5 es el misil lanzado desde submarinos (SLBM) más confiable del arsenal estadounidense. Con un alcance de 11.000 kilómetros y hasta 12 ojivas MIRV, asegura la disuasión nuclear a bordo de submarinos clase Ohio y los futuros Columbia.
El poder convencional de EE. UU. se apoya en misiles de crucero como el BGM-109 Tomahawk, de uso intensivo desde la Guerra del Golfo, con un alcance de 1.600 km y gran precisión para golpear objetivos estratégicos. A esto se suma el AGM-86 ALCM, lanzado desde bombarderos B-52, y el AGM-158 JASSM, un misil stealth de última generación capaz de recorrer hasta 1.800 km.
En el plano táctico destacan el AGM-114 Hellfire, empleado en helicópteros y drones, y el avance hacia nuevas armas hipersónicas. Entre ellas, el AGM-183 ARRW, diseñado para alcanzar velocidades de hasta Mach 20, y el programa Conventional Prompt Strike (CPS), pensado para submarinos y destructores.
Con este arsenal, Estados Unidos busca mantener su supremacía militar y tecnológica frente a potencias como Rusia y China, que han acelerado el desarrollo de sus propios misiles hipersónicos y sistemas de disuasión estratégica.