Uno de los desarrollos más avanzados en este campo es el modelo de granjas marinas offshore impulsado por la empresa noruega Nordlaks, que traslada la etapa final y más intensiva del crecimiento del salmón desde los fiordos hacia zonas oceánicas abiertas, más profundas y expuestas. La iniciativa, conocida como Havfarm, combina ingeniería naval, tecnología offshore y sistemas de acuicultura de alta precisión para reducir la presión ambiental sobre áreas costeras sensibles.
Las Havfarm no son jaulas tradicionales. Se trata de estructuras de gran escala —con más de 385 metros de largo—, diseñadas con criterios similares a los de plataformas semisumergibles de la industria energética. Su arquitectura abierta permite una circulación constante de agua, incluso en condiciones de baja corriente, mientras que su diseño hidrodinámico está preparado para soportar olas de hasta seis metros y condiciones oceánicas complejas.
Estas granjas integran sistemas automatizados de alimentación, monitoreo ambiental, manejo de redes y control operativo, muchos de ellos desarrollados con tecnología industrial de empresas como Siemens, Akva Group y DNV. El resultado es un entorno más estable para los peces y una operación con menor necesidad de intervención humana directa, lo que también mejora la bioseguridad.
Desde el punto de vista ambiental, el cambio de localización es central. Al alejar la producción de los fiordos, se reduce la acumulación de residuos orgánicos en el fondo marino y se disminuye la interacción con otros centros de cultivo, uno de los principales factores de propagación de enfermedades y parásitos como el piojo de mar (salmon lice).
Además, el modelo productivo de Nordlaks se apoya en una estrategia integral: mayor producción de smolt (juveniles) en sistemas terrestres, ciclos más cortos en el mar y períodos de descanso sanitario más frecuentes.
Esto permite reducir el uso de tratamientos químicos y mecánicos, un punto crítico en el debate ambiental sobre la acuicultura intensiva. La empresa sostiene que esta combinación de tecnología, ubicación y planificación sanitaria abre la puerta a una producción con menor huella ecológica y mejores condiciones de bienestar para los peces, al ofrecer aguas más limpias, mayor oxigenación y menos estrés biológico.

En Argentina, el escenario es distinto. Si bien el país cuenta con condiciones naturales favorables en Tierra del Fuego, la salmonicultura enfrenta un fuerte rechazo social y político, que derivó en la prohibición de la actividad en aguas fueguinas.
Sin embargo, el avance de tecnologías offshore reabre una discusión más amplia: si existen modelos productivos capaces de minimizar el impacto ambiental, ¿es posible repensar la acuicultura bajo nuevas reglas?
Hoy Argentina tiene un único vínculo directo con la industria: trasladar en Aerolíneas Argentinas el salmón chileno hacia Estados Unidos. Un Airbus A330-200 carga 14 toneladas por vuelo del preciado manjar desde El Calafate hacia Ezeiza y de allí a Miami.
Con producción local y traslado propio, Argentina podría ganar el mercado al que hoy llega Chile, al ser más competitiva y eficiente, aportando toda la cadena de valor bajo un mismo paraguas.

Para dimensionar el volumen del mercado del salmón, cabe repasar las cifras del año pasado. Chile exportó aproximadamente 235.934 toneladas de salmón y trucha a Estados Unidos en 2024, por un valor total de US$ 2.580 millones.
Estados Unidos sigue siendo el principal destino individual para el salmón chileno, recibiendo una gran proporción del total de envíos. Se estima que alrededor del 40 % de la producción salmonera chilena tiene como destino el mercado estadounidense, una proporción clave para la industria.