En 2025, seis marcas automotrices que tienen plantas en el país comercializan más autos importados que nacionales, una inversión del esquema clásico de producción local. Este fenómeno está vinculado a la apertura de importaciones, pero también a un cambio estructural más profundo: las automotrices ya no necesitan producir en cada país si pueden importar, vender online y mantener costos bajos gracias a la logística y la inteligencia artificial.
Las fábricas tradicionales argentinas operan en un contexto cada vez más exigente. La automatización industrial en países como Brasil, México o China reduce costos y tiempos, mientras en Argentina muchas plantas siguen con infraestructura obsoleta y limitada digitalización.
Al mismo tiempo, la inteligencia artificial y el análisis de datos están revolucionando el diseño, la logística, y las cadenas de suministro globales. En este nuevo entorno, las terminales locales que no inviertan en tecnología pierden competitividad rápidamente.
Otro factor clave es la digitalización del proceso de compra. Con plataformas de venta online más robustas, los concesionarios pierden peso frente a las apps y sitios web de las marcas, que hoy pueden importar un vehículo, cotizarlo, venderlo y entregarlo al cliente sin pasar por una red tradicional.
Este ecosistema digital favorece a las marcas globales con operaciones regionales automatizadas, y perjudica a la industria local, que todavía depende de costos logísticos altos y trámites burocráticos nacionales.
El auto moderno ya no es solo un vehículo, es una plataforma tecnológica con ruedas. Desde asistentes de manejo por voz hasta integración con smartphones, las terminales que dominan el software y los sensores ganan la batalla del mercado. Argentina, con una industria enfocada más en lo mecánico que en lo digital, corre riesgo de quedar rezagada.
Mientras tanto, los vehículos importados llegan con más innovación, autonomía y sistemas inteligentes, y eso pesa cada vez más en la decisión del consumidor argentino.
Lo que hoy parece una consecuencia de la apertura económica es, en realidad, una transformación profunda del modelo industrial y comercial impulsado por la tecnología.
Si Argentina no invierte en fábricas 4.0, en talento digital y en políticas que promuevan el desarrollo de vehículos conectados y software automotor, corre el riesgo de quedarse solo como mercado consumidor de innovación extranjera, perdiendo su rol como productor regional.