Aunque servicios como Google Drive, Dropbox o iCloud ofrecen sincronización constante, no siempre están disponibles o son seguros en todos los entornos. En oficinas, universidades o lugares sin buena conexión a internet, los pendrives siguen siendo la herramienta más rápida y confiable para mover archivos pesados.
En un contexto de preocupación por la privacidad y los hackeos, guardar archivos sensibles en la nube puede ser riesgoso. En cambio, un pendrive desconectado de cualquier red funciona como un “cofre offline”. Incluso se están popularizando modelos con cifrado por hardware y protección con huella digital o contraseña, ideales para quienes manejan documentos críticos.
Los pendrives no necesitan internet, cuentas ni aplicaciones. Solo hay que conectarlos. Su compatibilidad con computadoras, televisores, consolas de juegos, autos y celulares con puerto USB-C los mantiene vigentes como un formato plug-and-play ideal para compartir contenido de forma rápida.
En los últimos años, los pendrives evolucionaron:
Diseños más compactos y resistentes al agua o golpes
Velocidades de transferencia USB 3.2 o incluso USB-C
Modelos temáticos y personalizados para marcas o regalos corporativos
Uso creciente entre gamers, músicos y diseñadores para mover proyectos grandes y pesados
A diferencia de los servicios en la nube, un pendrive se paga una sola vez y no requiere conexión ni renovaciones. Hoy pueden conseguirse modelos de 64 GB por menos de $5.000 pesos argentinos, y versiones de 128 GB o 256 GB a precios muy competitivos.
Lejos de ser una reliquia del pasado, el pendrive se adapta a un mundo que busca velocidad, portabilidad y control sobre los propios datos. Mientras sigamos necesitando mover archivos grandes sin depender de redes ni servidores externos, el pendrive seguirá ahí: pequeño, confiable y siempre a mano.