
Bitcoin cerró 2025 como un activo con demanda institucional persistente, baja elasticidad de oferta y un nuevo tipo de “comprador de última instancia”: los gobiernos.
Este cambio alteró la dinámica clásica del mercado cripto.
Durante el segundo trimestre del año, la aceleración del precio estuvo impulsada por dos motores simultáneos:
• la profundización de los ETFs al contado,
• y la decisión de grandes tesorerías corporativas de incorporar BTC como activo de cobertura.
Hacia fin de año, cerca del 8% del suministro total se encontraba en manos institucionales de largo plazo. El resultado fue una volatilidad más contenida y un piso de precios más robusto que en ciclos anteriores.

El hecho político-económico central de 2025 fue la formalización de una Reserva Estratégica de Bitcoin por parte de Estados Unidos.
No se trató de una declaración simbólica, sino de una decisión operativa: gestión activa de BTC como activo de reserva, en gran parte proveniente de incautaciones judiciales.
La señal fue clara: Bitcoin pasó a ocupar un lugar comparable al del oro en el siglo XX, pero adaptado a la lógica digital del siglo XXI.
El movimiento no quedó allí:
• Estados como Texas, Florida y Pennsylvania avanzaron con fondos propios de activos digitales.
• Países emergentes, como Pakistán, anunciaron esquemas similares.
• Bután profundizó su estrategia de minería estatal apalancada en energía hidroeléctrica, consolidando un modelo soberano de acumulación.

El mensaje global fue inequívoco: Bitcoin dejó de ser anti-Estado para convertirse en herramienta de Estado.
• Regulación inteligente
Marcos normativos como la Ley GENIUS en EE. UU. redujeron la incertidumbre jurídica y habilitaron la entrada de fondos de pensión y aseguradoras.
• Geopolítica e inflación
Conflictos regionales, tensiones monetarias y deuda global reforzaron la narrativa de Bitcoin como activo de resguardo.
• Infraestructura de uso real
La expansión de la Lightning Network en plataformas de pago masivo permitió transacciones instantáneas y de bajo costo en millones de comercios.
• Política monetaria global
Las decisiones de tasas y liquidez siguieron condicionando los flujos hacia activos escasos y no soberanos.

El dato más relevante de 2025 no es el precio, sino el cambio de estatus.
Bitcoin pasó de ser un activo que los Estados observaban, a uno que administran, custodian y planifican.
Bitcoin entra en 2026 ya no como promesa, sino como capa activa del sistema financiero global.
La discusión dejó de ser si sobrevivirá. La discusión ahora es cuánto Bitcoin tendrá cada país, bajo qué reglas y con qué objetivos estratégicos.
Para economías emergentes, como la argentina, la pregunta es aún más relevante: mirar el proceso desde afuera o pensar una estrategia propia en el nuevo orden monetario digital.