El ICV es un indicador sintético que combina dimensiones socioeconómicas y ambientales, y que históricamente se apoyó en variables como educación, salud, vivienda y empleo. En esta nueva etapa, el índice se renueva para reflejar transformaciones recientes y responder a debates actuales sobre desigualdad territorial, acceso a servicios y bienestar integral.

Entre los principales cambios, el CONICET destaca la incorporación de nuevas fuentes de datos oficiales, el ajuste de ponderaciones y una lectura más fina de las brechas regionales, lo que permite identificar con mayor claridad zonas con déficits estructurales persistentes y otras con mejor desempeño relativo. El resultado es una radiografía más nítida de las asimetrías que atraviesan al país.
Uno de los aportes centrales de esta actualización es que el índice no se limita al ingreso, sino que observa condiciones materiales y ambientales que impactan directamente en la vida cotidiana, como el acceso a servicios básicos, el entorno urbano y la calidad del hábitat. Esto refuerza una mirada integral del desarrollo, más allá de los indicadores económicos tradicionales.

Desde el CONICET subrayan que el ICV actualizado funciona como una herramienta estratégica para el diseño de políticas públicas, ya que permite priorizar territorios, evaluar impactos y monitorear la evolución de la calidad de vida en el tiempo. En un contexto de fuertes debates sobre el rol del Estado, el índice aporta evidencia empírica para la toma de decisiones.
La renovación del Índice de Calidad de Vida confirma la importancia de contar con datos científicos, públicos y comparables para entender qué está pasando en la Argentina real, lejos de discursos simplificadores. Medir mejor es una condición necesaria para intervenir mejor.
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