Argentina es parte del Triángulo del Litio, que concentra más del 85 % de las reservas mundiales del mineral, y posee el 32 % de las reservas de litio de Sudamérica, ubicándose como uno de los principales actores globales en producción de este recurso clave.
Para 2025 se espera alcanzar una producción de 130.800 toneladas de carbonato de litio equivalente (LCE) —un aumento del 75 % respecto a 2024— gracias a la expansión de minas en Salta, Jujuy y Catamarca.
Actualmente, el litio argentino se exporta sin valor agregado industrial significativo. La producción de chips (semiconductores) requiere infraestructura compleja —fabs— con costos iniciales estimados entre 5.000 y 15.000 millones de dólares.
Además, el país aún no cuenta con una cadena consolidada para transformar materias primas críticas como el litio en componentes electrónicos avanzados, lo que lo deja fuera de una de las industrias del futuro.
Hay avances alentadores: Y‑TEC, filial tecnológica de YPF, firmó un convenio con la israelí XtraLit para desarrollar tecnología de Extracción Directa de Litio (EDL), la cual es más eficiente y sostenible, reduciendo el consumo de agua y energía.
En paralelo, el gobierno aprobó una inversión de 217 millones de dólares para el proyecto de Galan Litio en el Salar del Hombre Muerto (Catamarca), bajo el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI)
Construir fábricas tipo fab, que son muy costosas y complejas.
Reforzar capacidades en investigación, desarrollo y nanotecnología, fortaleciendo la cooperación academia–industria.
Promover políticas de valor agregado local, como planes estatales que incentiven la transformación y producción nacional.
Argentina tiene en el litio un recurso estratégico de primer orden. La industrialización local mediante baterías o semiconductores no solo generaría más ingresos, sino que también inscribiría al país en cadenas globales de alta tecnología.
Con alianzas como la de Y‑TEC y XtraLit, y programas de incentivo como el RIGI, se posicionan las bases. Pero para dar el salto real, se necesita una política de largo plazo e inversión decidida en infraestructura, capital humano y ciencia aplicada.