Inversión en caída libre
La Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y otros organismos del sistema científico argentino registraron una caída presupuestaria cercana al 36 % en términos reales durante el lapso 2024-2025.
En concreto, la llamada “Función Ciencia y Tecnología” del presupuesto nacional se ubica para 2025 en torno al 0,157 % del PBI, un mínimo histórico que retrotrae al país a niveles del año 2002.
Por su parte, la Ley 27.614 reclamaba alcanzar progresivamente el 1 % del PBI para ciencia y tecnología en 2032, pero el presupuesto 2026 busca eliminar ese piso.

Fuga de talento e impactos estructurales
La combinación de menor financiamiento, condiciones laborales deterioradas y ausencia de previsibilidad genera una salida creciente de investigadores del país. Entre diciembre de 2023 y abril de 2025 solo en el CONICET se registraron unas 1.600 bajas de científicos.
Esa pérdida de capital humano afecta la continuidad de proyectos de largo aliento, la formación de nuevos investigadores y la transferencia tecnológica hacia la industria.

Comparación internacional: la brecha que crece
Mientras Argentina reduce su apuesta por la ciencia, los países desarrollados mantienen o incrementan la inversión en I+D: la media de la Organisation for Economic Co‑operation and Development (OCDE) ronda el 2,7 % del PBI, con algunas economías superando el 5 %.
En este contexto, el avance científico y tecnológico —y su capacidad de generar valor agregado— se vuelve una variable central para la competitividad global.
Por qué esto importa para Argentina
Un sistema científico debilitado reduce la capacidad del país para desarrollar sectores estratégicos: bioeconomía, minería de litio, energía renovable, software, IA.
La fuga de científicos y técnicos implica dependencia tecnológica, menos innovación local y menor inserción internacional.
Menos inversión hoy significa exportaciones de menor valor, menor crecimiento, y menos empleo calificado en el futuro.

Qué acciones concretas se requieren
Restablecer la senda hacia el 1 % del PBI de inversión en ciencia y tecnología, tal como fija la Ley 27.614.
Implementar un plan de retención y estímulo de talentos: becas, salarios competitivos, estabilidad, infraestructura adecuada.
Garantizar financiación plurianual, compra de equipamiento y mantenimiento de laboratorios para asegurar continuidad.
Fomentar alianzas público-privadas e internacionales para escalar la I+D y la innovación local.
Promover regiones fuera de la Capital que puedan transformarse en polos de ciencia, tecnología y conocimiento.
La reciente caída del presupuesto científico argentina no es solo un recorte más: es una apuesta a quedarse atrás. La competitividad global ya no se define únicamente por recursos naturales o mano de obra abundante, sino por la capacidad de generar, retener y aplicar conocimiento.
Si Argentina no revierte este camino, corre el riesgo de perder su base de innovación, talento y desarrollo tecnológico. En un mundo que acelera, la debilidad en ciencia equivale a renunciar al futuro.