Gracias a una combinación de sensores, modelos matemáticos y tecnología satelital, hoy el mundo cuenta con la capacidad de predecir con sorprendente precisión cuándo y dónde impactará un tsunami generado por un terremoto.
El primer paso ocurre en las profundidades de la Tierra. Miles de sismógrafos distribuidos por todo el mundo detectan automáticamente la magnitud, ubicación y profundidad de un sismo. Si el epicentro está en el mar y supera cierta intensidad (generalmente mayor a 6.5), se activa una alerta de posible tsunami.
La confirmación no depende solo del terremoto: en el fondo del océano, sistemas como DART (Evaluación y Reporte de Tsunamis en el Océano Profundo) detectan variaciones de presión inusuales. Estas boyas inteligentes registran si realmente una masa de agua se está desplazando a alta velocidad —indicando la formación de un tsunami— y transmiten los datos por satélite en tiempo real.
Con los datos en mano, potentes supercomputadoras corren modelos matemáticos que simulan el comportamiento de las olas a través del océano. Se consideran la profundidad, la energía del sismo, la forma de la costa y otros factores. En cuestión de minutos, los centros de alerta pueden predecir con precisión los tiempos estimados de llegada del tsunami a cada costa, país por país.
El pronóstico se traduce rápidamente en alertas a gobiernos, servicios de emergencia y a la población. Se activan sistemas de sirenas, notificaciones móviles, cortes de radio y TV, y en muchos casos, mensajes vía redes sociales. El Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico (PTWC) y otros organismos regionales coordinan estos esfuerzos.
Hoy, tecnologías como IA e imágenes satelitales de alta precisión (como las de Sentinel-6) están mejorando la velocidad y exactitud de las predicciones. Además, se están desarrollando sistemas locales de simulación en ciudades costeras, capaces de anticipar el impacto específico en cada puerto o zona urbana.
En un mundo donde el riesgo natural no puede eliminarse, la tecnología se ha convertido en la barrera más eficiente entre un desastre natural y una tragedia humanitaria