Hoy, más de 40 países cuentan con sistemas integrados de alerta temprana de tsunamis que combinan sensores oceánicos, inteligencia artificial y comunicación celular masiva. La clave es que el aviso llegue a tiempo, de forma clara, incluso si las personas no están mirando el celular o la televisión.
Cuando ocurre un terremoto submarino de gran magnitud, los sistemas de monitoreo como el DART (Deep-ocean Assessment and Reporting of Tsunamis) entran en acción. Estas boyas, instaladas a lo largo del Pacífico, detectan cambios súbitos en la presión del agua que podrían anticipar un tsunami.
Los datos son enviados en tiempo real a centros regionales, como el Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico (PTWC) en Hawái, que analiza si el sismo tiene potencial de generar una ola peligrosa. Si es así, se emite una alerta oficial.
Una vez que se emite la alerta, cada país activa sus mecanismos de difusión masiva, donde la estrella es el sistema Cell Broadcast, que desde la semana pasada fue aprobado para funcionar en Argentina.
Este sistema permite enviar mensajes de emergencia directamente a todos los teléfonos móviles en una región específica, sin depender de internet, WhatsApp ni aplicaciones. No se trata de un SMS común: la alerta aparece en pantalla, con sonido estridente, vibración e instrucciones concretas, incluso si el celular está en modo silencio.
En enero de 2022, tras la erupción del volcán submarino Hunga Tonga-Hunga Ha’apai en el Pacífico, Nueva Zelanda y Japón activaron sus alertas de tsunami en menos de diez minutos. En Japón, el sonido de alerta llegó a más de 30 millones de personas a través del sistema de notificación celular, y permitió evacuar zonas costeras sin víctimas fatales.
Desde 2022, la Unión Europea estableció que todos sus Estados miembros deben implementar sistemas obligatorios de alerta celular geolocalizada. Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y varios países latinoamericanos también han invertido en mejorar estos sistemas tras experiencias trágicas del pasado.
La ONU estima que cada dólar invertido en sistemas de alerta temprana puede ahorrar hasta 10 dólares en pérdidas humanas y materiales.