El fallo y su origen técnico
El Registro Nacional de las Personas (RENAPER) detectó que entre 5.000 y 6.000 pasaportes resultaron defectuosos —lo que representa apenas un porcentaje frente a un universo en revisión que supera los 200.000 o incluso 240.000 documentos— por una tinta de seguridad defectuosa suministrada por una empresa alemana.
La falla es “invisible al ojo humano” y solo detectable mediante equipos de lectura en migraciones, lo que explica por qué la identificación del problema se demoró hasta que ciudadanos sufrieron rechazos o demoras en aeropuertos.
Soluciones tecnológicas implementadas… parcialmente
El Gobierno habilitó un chatbot oficial en WhatsApp, donde cualquier argentino puede ingresar el número de serie de su pasaporte para verificar si está afectado por la falla.
También montó centros de atención exprés en aeropuertos y terminales, donde los afectados pueden obtener una reimpresión gratuita del pasaporte en pocas horas.
En el exterior, se ofrecen pasaportes provisionales sin cargo para quienes viajan con urgencia, hasta que se completa el reemplazo del documento.
Crítica desde el ángulo tecnológico y de gestión
Ausencia de controles preventivos tecnológicos
La tinta defectuosa recién se detectó en migraciones —y no antes de llegar al usuario—, lo que revela que no existen sistemas de control automatizado o inspección digital previa a la emisión.
Parche digital sin estrategia
El chatbot es una herramienta útil, pero representa un parche reactivo, no una solución estructural. No hay un plan integral de auditorías o revisión del proveedor tecnológico.
Dependencia sin respaldo propio
Depender de un solo proveedor extranjero durante más de una década muestra una falta de soberanía tecnológica en insumos críticos.
Riesgo reputacional y operativo
La inhabilidad de los escáneres para leer estos pasaportes en aeropuertos internacionales afectó la reputación global del documento argentino.
Costo social y operativo
Hubo largas filas y demoras en aeropuertos, reflejando una ineficiencia logística y tecnológica en la gestión de crisis.
El caso de los pasaportes defectuosos va más allá de un problema técnico: expone un Estado sin inversión en control digital ni desarrollo tecnológico propio, dependiente de insumos externos y sin previsión para evitar errores en documentos estratégicos. La respuesta con chatbots y centros exprés fue rápida, pero evidencia un modelo de gestión reactivo y frágil, que deja a millones de ciudadanos a merced de improvisaciones tecnológicas.