En otras palabras, Musk imagina que los autos Tesla se conviertan en un gigantesco centro de datos global, repartido por el mundo y alimentado por las propias baterías y chips de los vehículos.

La flota como cerebro global
“Si tenemos todos estos autos que están aburridos, mientras están inactivos, podríamos tener una flota gigante de inferencia distribuida. Si llegamos a tener decenas de millones de coches, o tal vez 100 millones, y cada uno tiene un kilovatio de capacidad de inferencia de alto rendimiento, eso equivale a 100 gigavatios de inferencia distribuidos. Con energía y refrigeración a cargo. Eso parece un activo bastante significativo”, explicó Musk durante la conferencia con inversores
La idea parte de una observación sencilla pero disruptiva: los autos Tesla ya son supercomputadoras sobre ruedas.
Cuentan con hardware de inteligencia artificial diseñado para la conducción autónoma y una infraestructura energética propia. Musk propone aprovechar esa potencia cuando los autos están detenidos, para realizar tareas de cómputo distribuido.

De automotriz a infraestructura de cómputo
Si esta visión se concreta, Tesla dejaría de ser solo un fabricante de autos o de baterías para convertirse en una compañía de infraestructura digital.
La flota de vehículos podría realizar procesamiento de IA, simulaciones o cálculos de inferencia, del mismo modo en que hoy lo hacen los centros de datos de Google o Amazon, pero sin necesidad de construir edificios ni consumir energía externa.
Cada Tesla sería un pequeño servidor móvil, conectado a la red, generando potencia de cálculo mientras permanece estacionado.
Una nueva frontera tecnológica
La propuesta encaja en la estrategia más amplia de Musk: convertir los productos físicos en nodos de una red inteligente global.
Lo hizo con SpaceX, que usa satélites para construir una red de internet planetaria, y ahora intenta hacerlo con Tesla, usando millones de vehículos para crear una red de cómputo distribuido.
En términos energéticos y tecnológicos, el planteo es revolucionario:
• Aprovecha activos existentes (autos estacionados que hoy no se utilizan).
• Reduce los costos de infraestructura y energía de los centros de datos.
• Crea una red descentralizada y resiliente, donde la potencia de cálculo no depende de un solo punto físico.
Musk sugirió que esta red podría alcanzar una capacidad teórica de 100 gigavatios de cómputo, una cifra astronómica incluso frente a los mayores centros de datos del planeta.

Los desafíos
El proyecto, sin embargo, enfrenta múltiples interrogantes:
• ¿Cómo se gestionaría la conexión, el mantenimiento y la seguridad de millones de nodos móviles?
• ¿Qué impacto tendría en las baterías y en la vida útil de los vehículos?
• ¿Quién controlaría la información procesada por la red?
A nivel regulatorio y comercial, también surgen dudas: ¿podría un usuario “alquilar” el poder de cómputo de su Tesla y obtener ingresos a cambio?
¿Se convertiría la flota global en un sistema de “minería” de IA, con beneficios compartidos?

El futuro: del garage al cerebro planetario
Aunque parezca una idea de ciencia ficción, la propuesta refleja la lógica de Musk: usar tecnología existente para crear sistemas autoalimentados y escalables.
Así como los cohetes reutilizables de SpaceX o las fábricas automatizadas de Tesla parecían imposibles en su momento, una red de inferencia distribuida compuesta por autos eléctricos podría ser el siguiente paso.
Mientras los analistas miraban las cifras de ventas o los márgenes del trimestre, Musk hablaba del futuro: uno en el que los vehículos eléctricos no solo transporten personas, sino también inteligencia.