ENERGÍA

Publicado 24/10/2025

Las centrales nucleares argentinas podrían ser adquiridas por empresas con participación del gobierno de EE. UU.


En medio del renovado protagonismo de Estados Unidos en la economía global, la administración de Donald Trump comienza a moverse con una lógica poco habitual para los estándares republicanos: la del Estado como accionista estratégico de empresas tecnológicas y energéticas.
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En medio del renovado protagonismo de Estados Unidos en la economía global, la administración de Donald Trump comienza a moverse con una lógica poco habitual para los estándares republicanos: la del Estado como accionista estratégico de empresas tecnológicas y energéticas.

La Casa Blanca no sólo busca impulsar la “reindustrialización nacional”, sino también controlar sectores críticos—como la Inteligencia Artificial (IA), los semiconductores y la energía nuclear— mediante una presencia directa del gobierno en el capital privado.

 

 

Un giro con impacto regional

 

Este cambio de paradigma podría tener derivaciones hasta la Argentina. Tras la intención del Gobierno argentino de vender activos del sistema nuclear, comenzó a circular una hipótesis: ¿podrían empresas estadounidenses con participación estatal adquirir o gestionar parte de la infraestructura nuclear nacional?

Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump impulsó la creación de fondos de inversión vinculados al Departamento de Energía (DOE) y al Pentágono, diseñados para tomar participaciones en compañías tecnológicas clave.

La premisa es simple pero contundente: “Si los algoritmos y los reactores del futuro son estratégicos, el Estado debe tener una silla en la mesa.”

En ese marco, la energía nuclear vuelve a ocupar un lugar central: no sólo por su aporte a la independencia energética, sino por su capacidad para alimentar grandes centros de datos e infraestructuras de IA, cuya demanda eléctrica crece de forma exponencial.

 

 

 

El valor del sistema nuclear argentino

 

La Argentina posee una infraestructura nuclear única en América Latina, integrada por Atucha I, Atucha II y Embalse, junto a un ecosistema científico de alto nivel, representado por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y INVAP.

La venta o concesión de parte de estos activos podría abrir una ventana para el capital extranjero y, eventualmente, para el interés geopolítico estadounidense.

Entre las potenciales interesadas figuran Westinghouse Electric, Bechtel y General Electric Vernova, empresas con vínculos operativos y financieros con el gobierno de EE. UU., especialmente a través del DOE o la Comisión Reguladora Nuclear (NRC).

El objetivo de Washington sería reducir la influencia de China y Rusia, principales proveedores de tecnología nuclear en la región, y fortalecer su presencia en el ecosistema energético sudamericano.

Además, Estados Unidos ve en el Cono Sur un potencial estratégico clave: reservas de uranio, estabilidad política relativa y un sistema científico capaz de sostener alianzas de largo plazo.

 

 

 

Energía, datos e Inteligencia Artificial

 

El posible desembarco estadounidense en el sector nuclear argentino se conecta con la agenda tecnológica de la era Trump, que impulsa una integración entre energía, datos e IA.

Los reactores pequeños y modulares (SMR) se perfilan como fuentes de energía limpia para centros de cómputo avanzados, los mismos que alimentan el creciente ecosistema de la Inteligencia Artificial.

Así, una eventual participación estadounidense en las centrales argentinas no sería sólo una operación energética: sería una jugada estratégica dentro del nuevo mapa digital global, donde la energía nuclear se transforma en la infraestructura invisible del poder tecnológico.

 

 

El nuevo modelo de poder económico

 

Si este escenario se concreta, Argentina podría convertirse en un caso testigo del nuevo modelo económico global:

uno en el que los gobiernos vuelven a ser inversores, las empresas tecnológicas se convierten en actores geopolíticos y la energía nuclear deja de ser un símbolo del siglo XX para transformarse en el combustible silencioso del siglo XXI digital.