
La restricción estadounidense a la exportación de semiconductores avanzados hacia China marcó un punto de inflexión. Washington busca preservar su liderazgo en hardware estratégico —especialmente GPUs y aceleradores de IA—, mientras impulsa la creación de un bloque tecnológico alineado: Japón, Corea del Sur, la Unión Europea y, más recientemente, India.
China, por su parte, acelera la inversión estatal en modelos fundacionales propios y en su National Data Bureau, una estructura diseñada para centralizar la gobernanza de datos y la integración de IA en sectores productivos. Su visión: un ecosistema de innovación autosuficiente y protegido de las presiones occidentales.
El artículo del WSJ advierte que la carrera no es solo económica, sino ideológica: quién define las reglas de transparencia, ética y uso de datos determinará el tipo de inteligencia artificial que predomine en el mundo.

Latinoamérica en medio del tablero:
La región podría ser un terreno de cooperación híbrida: mientras algunos países fortalecen vínculos con Estados Unidos a través de iniciativas de ciberseguridad y gobernanza digital, otros mantienen acuerdos tecnológicos con China. Esa dualidad convierte a América Latina en un espacio de ensayo para nuevos modelos de diplomacia tecnológica.
El dilema para los gobiernos es estratégico: ¿construir dependencia o capacidad propia? En un escenario donde la IA se convierte en factor de poder, la autonomía tecnológica ya no es un lujo, sino un requisito de soberanía.