INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Publicado 18/12/2025

El año en que la IA debe devolver lo invertido: así encaran las empresas 2026

La Inteligencia Artificial deja de ser solo objeto de pruebas y se posiciona como una inversión que debe demostrar resultados tangibles. Ese es el diagnóstico que plantea Fortune en su reciente cobertura sobre el retorno de inversión (ROI) de la IA y las prioridades empresariales de cara a 2026.
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La Inteligencia Artificial deja de ser solo objeto de pruebas y se posiciona como una inversión que debe demostrar resultados tangibles. Ese es el diagnóstico que plantea Fortune en su reciente cobertura sobre el retorno de inversión (ROI) de la IA y las prioridades empresariales de cara a 2026.

Según el artículo, The big AI New York’s resolution for businesses in 2026, tras más de tres años de inversiones crecientes en proyectos de IA, las empresas están enfrentando una presión creciente de juntas directivas, líderes financieros y stakeholders para que esos gastos se traduzcan en impacto real en métricas de negocio.

Durante los primeros años del boom de la IA, muchas organizaciones se concentraron en experimentos, laboratorios de innovación y casos de uso aislados.

Sin embargo, el salto hacia aplicaciones integradas que generen valor económico sigue siendo un desafío: problemas de infraestructura, calidad de datos y coordinación interna han limitado la capacidad de escalar soluciones más allá de prototipos.

 

 

Este fenómeno no es exclusivo del sector tecnológico: empresas de sectores tradicionales como finanzas, salud y manufactura han invertido fuertemente en IA generativa, agentes autónomos y automatización inteligente, pero la formación de flujos de valor sostenibles —como reducción de costos operativos o incremento de ingresos atribuibles directamente a la IA— aún está en desarrollo.

Un hallazgo clave de la cobertura de Fortune es que los líderes empresariales no están abandonando sus apuestas por IA, sino realineándolas con expectativas de rendimiento y métricas claras.

En lugar de seguir acumulando proyectos fragmentados, las organizaciones están estableciendo gobernanza centralizada, objetivos bien definidos y responsabilidades claras, para asegurar que cada inversión en IA pueda evaluarse según su retorno en resultados de negocio.

 

 

Este cambio de paradigma refleja una transición de la IA como experimentación disruptiva hacia una IA como activo estratégico medible. Las expectativas de retorno ahora se miden con una rigurosidad similar a otras inversiones corporativas, poniendo el foco en resultados operativos y financieros.

El reconocimiento del valor real de la IA implica también una evaluación crítica de dónde y cómo aporta beneficios. Si bien tecnologías como los modelos generativos y los sistemas autónomos muestran promesas revolucionarias, su integración efectiva en procesos empresariales requiere adaptaciones profundas en cultura organizacional, capacidades internas y estructuras de datos.

Para los líderes que ya integraron IA en sus hojas de ruta estratégicas, la prioridad para 2026 será demostrar cuantificablemente que la IA cambia la ecuación de negocio. No se trata solo de innovar, sino de capturar el valor económico de esa innovación.