SALUD

Publicado 18/06/2025

“No les des un móvil antes de los 16”: Javier Albares advierte sobre los efectos irreversibles de las pantallas

El médico especialista en Neurofisiología Clínica y miembro de la Sociedad Española de Sueño, Javier Albares, acaba de lanzar una advertencia que interpela a familias, educadores y gobiernos: los adolescentes no deberían tener su primer smartphone antes de los 16 años. La afirmación no responde a una postura ideológica, sino a una preocupación basada en evidencia científica y sanitaria.
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El médico especialista en Neurofisiología Clínica y miembro de la Sociedad Española de Sueño, Javier Albares, acaba de lanzar una advertencia que interpela a familias, educadores y gobiernos: los adolescentes no deberían tener su primer smartphone antes de los 16 años. La afirmación no responde a una postura ideológica, sino a una preocupación basada en evidencia científica y sanitaria.

 

Javier Albares (Médico especialista en Neurofisiología Clínica)

 

Según Albares, las pantallas afectan al desarrollo cerebral, al sueño, a la atención, al rendimiento escolar y a la socialización. En su nuevo libro Generación Zombi (Península, 2025), expone que el cerebro de niños y adolescentes es especialmente vulnerable a la hiperestimulación digital. A partir de estudios recientes, explica que el uso excesivo de pantallas altera la conexión neuronal y compromete funciones clave como la memoria, el lenguaje, la atención y la salud emocional. “El cerebro necesita juego, aburrimiento, vínculos reales, arte y movimiento. Las pantallas no ofrecen eso”, resume.

 

Uno de los ejes que más preocupa a Albares es el impacto en el descanso. Define a las pantallas como “el gran ladrón del sueño”, ya que afectan por partida doble: por un lado, hiperactivan el sistema nervioso, dificultando que el cuerpo se relaje para dormir; por otro, roban tiempo, desplazando horas esenciales de descanso. Esto deriva en insomnio, despertares frecuentes, pesadillas y alteraciones en el estado de ánimo.

 

 

Pero su análisis va más allá del sueño. Albares asegura que las pantallas “jaquearon el sistema de recompensa del cerebro”, lo que las convierte en dispositivos capaces de generar una adicción similar a la de ciertas drogas. Según explica, están diseñadas para ofrecer estímulos constantes que provocan descargas de dopamina. Esa sensación placentera, breve pero intensa, hace que el cerebro quiera repetirla, creando dependencia. Lo más preocupante es que, si esta alteración ocurre en edades tempranas, puede aumentar la vulnerabilidad futura a otras adicciones.

 

El rendimiento académico también se ve afectado. Albares alerta que la concentración media de un adolescente hoy ronda apenas los 50 segundos, y que el multitasking promovido por las pantallas dificulta el desarrollo de redes neuronales que permiten enfocar la atención por períodos prolongados. “Cuanto más digitalizadas están las escuelas, peores son los resultados en las pruebas PISA”, afirma, marcando una contradicción en las políticas educativas actuales.

 

 

Sobre el rol de las familias, propone una guía clara: evitar completamente las pantallas antes de los seis años, permitir solo 30 minutos diarios y supervisados entre los 6 y los 12, y no más de dos horas al día entre los 12 y los 18 años, sin redes sociales ni contenidos no apropiados. También sugiere que los adultos reflexionen sobre su propio vínculo con el celular: “¿Lo uso antes de dormir? ¿Lo reviso al despertar? ¿Me distrae cuando estoy con mis hijos? Si la respuesta es sí, probablemente haya una relación problemática”.

 

Javier Albares no es un tecnófobo, pero sí un defensor del desarrollo saludable. Su mensaje es claro: el uso temprano y sin límites del celular puede dejar huellas profundas y difíciles de revertir. “No podemos permitir que el negocio de las pantallas avance a costa del bienestar de nuestros hijos”, concluye.