Si bien promete enormes avances en productividad, eficiencia y generación de riqueza, también plantea serios riesgos: pérdida de empleos en tareas repetitivas, aumento de la desigualdad y concentración de oportunidades en manos de pocos actores tecnológicos.
Entonces, ¿cómo puede Argentina anticiparse y mitigar estos impactos negativos? Aquí, algunas estrategias clave respaldadas por especialistas internacionales y organismos como la OCDE y el Foro Económico Mundial.
La capacitación permanente es el antídoto principal.
No alcanza con mejorar la educación formal: es fundamental que los trabajadores argentinos puedan adquirir nuevas habilidades a lo largo de toda su vida laboral, especialmente en manejo de datos, pensamiento crítico, creatividad y trabajo en equipo.
Esto incluye programas públicos de reconversión, alianzas con empresas tecnológicas y acceso gratuito o subvencionado a cursos online, para que los sectores más vulnerables no queden afuera.
La IA tiende a automatizar tareas mecánicas, pero los trabajos que requieren empatía, juicio humano, cuidado, comunicación interpersonal y creatividad seguirán siendo clave.
Por eso, Argentina debe invertir en sectores como:
Salud y cuidado de personas.
Educación personalizada.
Industrias culturales y creativas.
Servicios comunitarios.
En lugar de resistirse a la transformación, Argentina debe fomentar sectores emergentes que generen nuevos empleos, como:
Energías renovables.
Economía circular.
Tecnología verde.
Ciberseguridad.
Desarrollo de software y aplicaciones basadas en IA.
Estos sectores no solo ofrecen oportunidades laborales, sino que ayudan a reposicionar al país en la economía global.
Una regulación inteligente puede proteger a los trabajadores argentinos de los usos más agresivos o injustos de la IA:
Establecer límites al reemplazo masivo de personal sin medidas de transición.
Garantizar transparencia en los algoritmos que deciden contrataciones o despidos.
Proteger los datos personales y la privacidad laboral.
La clave es diseñar marcos regulatorios flexibles pero efectivos, que acompañen la innovación sin dejar desprotegida a la sociedad.
Si bien la IA aumenta la productividad, los beneficios económicos tienden a concentrarse en pocos actores.
Para evitar que esto profundice la desigualdad, Argentina puede:
Reforzar los sistemas impositivos progresivos.
Invertir lo recaudado en salud, educación y bienestar social.
Explorar ideas como impuestos a la automatización o renta básica universal para amortiguar los impactos.
La Inteligencia Artificial no es una amenaza inevitable: es una herramienta poderosa cuyo impacto depende de cómo Argentina elija gestionarla.
Con políticas públicas proactivas, alianzas público-privadas y una visión de largo plazo, es posible no solo mitigar los efectos negativos en el mercado laboral, sino también generar una sociedad más inclusiva, resiliente y preparada para el futuro.