Todo comenzó esta semana cuando Musk arremetió contra el nuevo paquete fiscal propuesto por la administración Trump, calificándolo como una “abominación repugnante” por eliminar los beneficios para los vehículos eléctricos. Trump, por su parte, respondió amenazando con cancelar todos los contratos federales con empresas de Musk, incluyendo Tesla y SpaceX.
"Donald Trump debería firmar un decreto y tomar el control de SpaceX esta misma noche"
Tras el anuncio del desmantelamiento de la nave Dragon de SpaceX, el asesor político Steve Bannon pidió que el Gobierno estadounidense intervenga la empresa de Elon Musk. https://t.co/lJqg1C6kpF pic.twitter.com/BFd4Hmhnaq — Corta (@somoscorta) June 5, 2025
El punto más incendiario del conflicto lo protagonizó Bannon en su programa “War Room”, donde acusó a Musk de “traicionar a Estados Unidos” y exigió que el gobierno federal tome control de SpaceX. “No podemos permitir que una empresa clave para la seguridad nacional esté en manos de alguien que actúa como un oligarca globalista”, disparó el exestratega de Trump.
Las repercusiones en el mercado no tardaron en llegar. Las acciones de Tesla se desplomaron un 14%, borrando más de 150 mil millones de dólares en valor de mercado y sacando a la compañía del exclusivo grupo de firmas con una capitalización superior al billón de dólares. Además, la fortuna personal de Musk se redujo en más de 30 mil millones de dólares en un solo día.
Analistas advierten que este enfrentamiento podría tener consecuencias aún más graves. La incertidumbre política, sumada a la posible pérdida de contratos clave con la NASA y el Pentágono, genera dudas sobre la viabilidad futura de SpaceX como contratista estratégico.
Mientras tanto, desde el Congreso algunos legisladores demócratas y republicanos moderados expresaron preocupación por los intentos del Ejecutivo de “utilizar al Estado para ajustar cuentas personales”, aunque sectores más radicales aplaudieron la presión sobre Musk.
El conflicto parece lejos de terminar, y las próximas semanas serán claves no solo para el destino de Tesla y SpaceX, sino para el delicado equilibrio entre poder empresarial y político en Estados Unidos.